Grupo XXI – Psicología Aplicada

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Conseguir tus metas

Que no te traicione tu objetivo

Imagina que eres futbolista y estás a punto de tirar un penalti del que depende la victoria de tu equipo.

¿En qué estarías pensando en ese momento? ¿Cuál sería tu objetivo?

Seguramente responderías a estas preguntas como lo haríamos la mayoría, dirías que tu objetivo es marcar y que es en eso en lo único que pensarías.

Sin embargo, si preguntásemos a un jugador profesional qué se está diciendo justo en ese instante, nos sorprendería su respuesta.

Marcar no es su objetivo inmediato, sino dirigir el balón a un determinado lugar de la portería. Conseguir o no el gol, será la consecuencia de esta acción, que dependerá además, de muchos otros factores.

Es evidente que competimos para ganar, pero centrar nuestra atención en este resultado en el momento de realizar nuestra tarea nos puede bloquear, pues inevitablemente también nos hará tener presente la posibilidad de fracasar, y esto último atraerá la temida ansiedad que va a interferir con nuestra ejecución.

Podríamos decir que un futbolista en el momento de lanzar un penalti no está pensando en el resultado, sino en lo que debe hacer para logar dicho resultado.

Este planteamiento nos permite diferenciar entre dos tipos de objetivos: los de ejecución o de tarea y los de resultado. Sustituir nuestros objetivos de resultado por otros de ejecución, es la mejor manera de rebajar la ansiedad y sus efectos negativos.

Al trasladar este análisis a las situaciones de hablar en público o realizar un examen oral, llegamos exactamente a las mismas conclusiones; claro que nos examinamos para aprobar y hablamos para convencer, pero si queremos reducir la ansiedad durante nuestra intervención o superar la ansiedad ante exámenes, preguntémonos qué debemos hacer para lograr nuestro objetivo y centremos toda nuestra atención única y exclusivamente en llevar a cabo los comportamientos que nos lo posibiliten.

Veamos un ejemplo: A menudo nos proponemos metas de resultado como «Gustar a mi auditorio», “demostrar lo que valgo” o «hacer una exposición brillante». Sustituir estos objetivos por otros de ejecución como «Organizar bien la información que voy a presentar» o «explicar mi mensaje lo mejor que pueda y asegurarme de que se entiende» favorecerán que nuestra atención se centre en tareas concretas a nuestro alcance, alejándola del temor a fracasar.

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