Hemos aprendido que para que nos vaya bien, prosperemos, hagamos lo que debemos, tenemos que llevarnos rectos, ser firmes con nosotros, nada de complacencia ni excusas, mano dura, exigencia y crítica en caso de incumplir lo propuesto, nos evitará salirnos del camino, y perdernos en un mundo de inactividad y falta de esfuerzo.
Pero, ¿es esto así realmente?
Hemos escuchado a menudo en nuestro curso para aumentar la autoestima testimonios de personas que se han sentido afortunadas por haber tenido cerca alguien que ha sido severo con ellos. “Gracias a que me exigió tanto y no permitió que me relajara, a base de regañinas y mano dura, conseguí todo lo que soy ahora”. Proponemos a nuestros alumnos una reflexión: “Gracias a esa mano dura o… a pesar de ella?”.¿Qué hubiera ocurrido si en vez de recibir críticas, exigencias extremas e incluso amenazas, esas personas hubieran recibido afecto, ánimo, comprensión de la dificultad de seguir adelante a pesar de los fallos, consuelo por los fracasos y acompañamiento afectuoso en el camino?
Ya no necesitamos imaginar dónde llevaría esta manera de tratarnos, la investigación nos aporta datos que nos permiten saberlo. Sin duda ninguna, el método compasivo nos acerca a nuestras metas de una manera rotunda.
Hemos incorporado de forma tan profunda la idea de que para ir hacia adelante hay que ser firme y duro con uno mismo, que la idea de abandonar la crítica y la culpa nos asusta. “Si siendo tan duro conmigo apenas hago lo que me propongo, ¿qué pasará si me trato de forma más blanda?”
Este miedo es el motivo por el que nos cuesta abandonar esta estrategia, aunque nos resulte a todas luces poco útil. Si no estudio cuando me lo había propuesto, si hago mucho menos deporte del que quiero, si no consigo cumplir con mis propósitos… ¿voy a arriesgarme a no regañarme, a comprenderme, incluso a consolarme? Ciertamente requiere valentía para probar, muchas personas hablan de vértigo, de miedo a que todo empeore.
Este temor parte de una falta de confianza en uno mismo. Es como tenerse “bajo sospecha” y creer que uno no va a ser capaz de esforzarse y llevarse por buen camino si no tiene una mano dura detrás.
La buena noticia es que ese temor es infundado. Los seres humanos tenemos un deseo innato de sentirnos bien, de crecer, de aprender, de estar sanos y de conseguir objetivos que nos importan. Y esto es así, simplemente, porque es bueno para nuestra supervivencia. El aprendizaje y la búsqueda de la salud nos ayudan a salir hacia adelante como individuos y como especie.
No hay nada que temer: nuestro deseo de mejora no va a desaparecer. La razón por la que nos proponemos metas es porque las deseamos. Si dejamos de castigarnos por nuestros fallos ese deseo no solo no va a desparecer sino que crecerá al amparo de la emoción positiva que vamos a sentir cuando nos comprendemos, nos perdonamos y nos animamos.
La crítica, la hiperexigencia, la culpa y la amenaza no colaboran de ninguna manera a acercarnos a nuestros objetivos, tan solo consiguen que nos sintamos pequeños, incapaces y cansados.
Os proponemos, al igual que hacemos con nuestros alumnos del curso para aumentar la autoestima, que os arriesguéis. Probad a sustituir el método de la crítica continua por una voz cuidadora que os ofrezca aliento para continuar sin juzgaros. Estamos convencidos de que os ayudará a acercaros a vuestras metas con más motivación y menos temor y culpa.