Grupo XXI – Psicología Aplicada

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miedo a hablar en publico

¿Tienes miedo a ponerte nervioso cuando hablas en público?

Cuando toca enfrentarse a un auditorio, muchas personas experimentan miedo escénico. Temen que su discurso no salga bien, que no se entienda o no tenga suficiente calidad. Se preocupan por ser criticados o, incluso, se sienten amenazados por posibles consecuencias como perder la posibilidad de ser promocionados. Pero cuando la ansiedad es muy intensa, además, hace su aparición, casi irremediablemente, otro miedo, que en numerosas ocasiones es el mayor de todos: miedo a tener miedo. Miedo a experimentar altos niveles de ansiedad mientras se está realizando la exposición. Creemos que sentirnos muy nerviosos mientras exponemos tendrá consecuencias fatales. Tras escuchar a numerosos alumnos de nuestro curso para perder el Miedo a Hablar en Público, me animo a resumir este temor en dos grandes vertientes. Se trata de las dos amenazas que más nos asustan. Dos aterrorizantes efectos de la ansiedad. Una es el miedo a que la ansiedad se note. La otra, miedo a que la ansiedad tenga efectos sobre el rendimiento y no nos permita exponer nuestras ideas adecuadamente.

Me ocupo de ambos a continuación.

  • Miedo a que la ansiedad se note.

 

El pánico a mostrar signos de ansiedad es seguramente uno de los mayores miedos al hablar en público. En palabras de nuestros alumnos, “que te noten nervioso cuando hablas es comunicar al auditorio que eres débil, que no estás a la altura, que no puedes con la tarea”. No es de extrañar esta visión, dada la mala prensa que tiene la ansiedad en nuestra sociedad.

Respecto a este primer miedo hay dos evidencias que pueden ayudar a superarlo:

  1. Afortunadamente, aunque a nuestros alumnos les cuesta creerlo hasta que no lo experimentan ellos mismos en las prácticas del taller, existe siempre una diferencia, y, en ocasiones de gran magnitud, entre la ansiedad que uno mismo cree que está mostrando y los signos de nerviosismo que el público es capaz de detectar. No en vano, muchas personas nos dicen que una de las partes del curso que más útil les resulta son las grabaciones que realizamos donde, precisamente, pueden observar este fenómeno.
  2. Dado que la ansiedad es susceptible de ser reducida a través de técnicas psicológicas, los síntomas también irán desapareciendo a medida que se manejan dichas técnicas con mayor destreza.

Es interesante, además, recordar la naturaleza paradójica de la ansiedad, a la que le gusta responder aumentando su intensidad toda vez que tratamos de reducirla de manera directa, es decir cuando intentamos relajarnos “a toda costa”.  Este es el motivo por el que los síntomas visibles de la ansiedad parecen incrementarse cuanta más atención depositamos en ellos, aunque sea para intentar eliminarlos.

El trabajo sobre la ansiedad, debe ser, por tanto, un trabajo pausado que consiste en irla bordeando, tolerando y aliándose con ella. Nunca conseguiremos vencer a la ansiedad con sus propias armas, tratando de eliminarla obsesivamente y con angustia.

 

  • Miedo a que la ansiedad afecte a nuestro rendimiento al presentar en público.

 

A su vez, este miedo adopta dos formas:

       A. Miedo a no poder expresar el discurso adecuadamente.

Este temor queda expresado en afirmaciones como “me voy a quedar en blanco”, “me pongo tan nervioso que no puedo pensar”, “el miedo hace que me deje la mitad de las ideas en el tintero” y un largo etcétera.

Cierto es que los niveles de ansiedad muy elevados interfieren con las tareas complejas como hacer una presentación. Sin embargo, hay que tener en cuenta algunas consideraciones para tomar contacto con lo infundado de este temor.

Si mantenemos presente cuál es el objetivo de realizar una ponencia, recordaremos que se trata de transmitir alguna información. Ya sea para explicar, tratar de convencer o enseñar algo, el objetivo sigue siendo trasladar un mensaje a la audiencia que nos escucha.

Numerosas veces hemos charlado con alguien en un estado alto de ansiedad y no por eso hemos dejado de ser capaces de expresar lo que necesitábamos. ¿Por qué debería ser distinto cuando, en vez de a una persona, se lo estamos contando a muchas?

Sería extremadamente difícil que, conociendo el tema del que vamos a hablar, habiendo preparado los contenidos y teniendo un material de apoyo al que recurrir si perdemos el hilo, no fuéramos capaces de transmitir dicha información. Incluso con niveles muy elevados de ansiedad sería posible hacerlo.

Podemos, por tanto, afirmar, que somos perfectamente capaces de trasmitir nuestros mensajes incluso cuando estamos experimentando grados muy altos de miedo. Dispondremos de más recursos cognitivos en momentos de tranquilidad, pero, sin duda, podemos hablar cuando estamos nerviosos.

        B. Que la ansiedad actúe directamente sobre nuestra fisiología.

Tememos que el miedo nos quite literalmente el habla, nos impida seguir respirando o nos produzca algún tipo de paralización.

Estas ideas corresponden a temores infundados procedentes del desconocimiento de cómo funciona realmente la ansiedad. Y, de forma muy resumida, cabría decir que la ansiedad no producirá, de ninguna forma posible, un efecto sobre nuestro cuerpo que nos impida continuar hablando.

Lo que de verdad están experimentando aquellas personas que afirman haberse visto afectadas de esta manera por la ansiedad, es un malestar y un miedo que les ha llevado a interrumpir voluntariamente su charla aunque cierto es, bajo la profunda, aunque errónea, sensación de que fue su cuerpo el que se paralizó solo.

Podemos concluir, por tanto, que los demás no perciben nuestra ansiedad tanto como creemos y, además, su efecto sobre el rendimiento es mucho más limitado de lo que solemos temer. Quizá podamos asentarnos sobre estos dos valiosos motivos para comenzar a disminuir la atención que le prestamos al nerviosismo que vamos a sentir cuando salgamos a exponer y centrar todos nuestros recursos en el discurso que vamos a ofrecer.

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