En las siguientes líneas trataré de responder a todas estas preguntas. Comenzaré por la primera, pero antes debemos aclarar qué entendemos por preparar.

¿Cuánto tiempo debo dedicar a preparar una presentación en público?
Preparar una presentación es un trabajo de “pico y pala”. Tiene que ver con decidir el objetivo de la charla, comprender los argumentos que vamos a utilizar, organizar la información, acumular datos, ejemplos, gráficas, imágenes… Y, para finalizar, organizarlo todo en un Power Point o en el soporte que vayamos a utilizar.
Preparar incluye también aumentar y profundizar en los conocimientos que tenemos sobre la materia a tratar realizando, hasta donde sea posible, el ejercicio de elaborar nuestras propias reflexiones sobre el tema. Hacer tuyo el mensaje para reducir el miedo a hablar en público.
Viendo de este modo la preparación la respuesta a nuestra primera pregunta parece clara: cuanto más tiempo le dediquemos a preparar, mejor.
Una buena preparación favorecerá la disminución de la ansiedad antes y durante la presentación y otorgará mayor calidad a la exposición.
Al finalizar esta primera etapa de preparación ya tenemos nuestra presentación completada y lista para ser contada. Es entonces cuando nos planteamos las siguientes preguntas:
¿Debo ensayar mi presentación? ¿Cuántas veces?
La respuesta también es clara: presentar sin haber ensayado.
El ensayo y el sobre-ensayo alimentan la idea de que la charla sólo puede desarrollarse de una determinada manera. Pretendemos utilizar las palabras y expresiones exactas que hemos ensayado, y cuando no las recordamos, no somos capaces de encontrar otra manera de expresar esa misma idea. Cuando llega el momento, intentamos reproducir nuestra charla tal y como la hemos practicado una y otra vez, como si se tratase de un papel en una obra de teatro donde debemos ceñirnos estrictamente al texto.
Conocemos el tema sobre el que vamos a hablar, lo hemos preparado tal y como hemos explicado anteriormente y llevamos el material de apoyo para recordar toda la información que necesitamos:
¿Qué podría aportar entonces ensayar una y otra vez hasta el día de la presentación? Nada bueno. Con frecuencia este planteamiento aumenta la ansiedad: Acabaremos aprendiéndola sin querer y trataremos de repetir lo que hemos ensayado tantas veces. Pero sólo conseguiremos generar más tensión. La charla se convertirá en una actuación rígida y enlatada perdiendo frescura y naturalidad, lo cual nos distanciará de los oyentes. Aparecerá el temor a perder el hilo, a quedarnos en blanco y a no poder continuar.
Recuerda que no nos enfrentaremos a una actuación, únicamente en este caso sería necesario ensayar y memorizar el texto. Esto es un acto de comunicación, se trata de contar algo que ya conocemos, con nuestras propias palabras, de la manera en que lo hacemos en nuestro día a día. En definitiva, se trata de una conversación con el público y conversar es algo para lo que no necesitamos ensayar. Al fin y al cabo, llevamos haciéndolo desde que aprendimos a hablar.